Desde entonces ha llovido mucho y estos cuervos marinos se han convertido ya en parte integrante de mi paisaje visual y sentimental, entre otras cosas porque su población se ha ido incrementando en los últimos años hasta ser hoy aves muy abundantes en el Parque Natural y omnipresentes en todos los rincones de este donde haya algo de agua, en especial en las zonas ocupadas por marismas y salinas.
El cormorán grande (Phalacrocorax carbo) es especie invernante en nuestras costas. Sus negras siluetas comienzan a tiznar nuestros cielos en los primeros días de octubre, cuando se les puede ver posados en las torres y cables de alta tensión que cruzan la bahía, gracias a sus dedos largos y prensiles que les permiten agarrarse con seguridad, o volando en bandadas de tamaño variable en formación de cuña. Aquí pasan el otoño y el invierno, regresando a sus cuarteles de origen en el centro y norte de Europa entre finales de marzo y principios de abril.
Son consumados pescadores que capturan sus presas persiguiéndolas bajo el agua, impulsados por sus pies palmeados mientras sus alas permanecen pegadas al cuerpo, hasta profundidades de hasta
Su afición a los peces y su número cada vez mayor está empezando a causarles serios problemas. Muchas antiguas salinas se han transformado en piscifactorías y a sus propietarios no les hace ninguna gracia que los cormoranes se dediquen a “robarles” “sus” peces. Para evitar que estas y otras aves –como las garzas reales- se alimenten en los esteros, en algunos lugares han colocado redes en los primeros metros desde la orilla, redes que además de cumplir su objetivo a veces se convierten en trampas mortales para las aves buceadoras como el cormorán, que quedan atrapadas sin posibilidad de liberarse. En especial los jóvenes, más inexpertos, con el de esta fotografía de hace un par de semanas en una salina de Chiclana.
Algunos propietarios de piscifactorías han propuesto incluso cazar a escopeta a los cormoranes como medida para reducir su número, cosa que al ser aves migratorias no parece tener mucho sentido si loo que se quiere es controlar el aumento de individuos. Una vez más surge el conflicto entre la fauna salvaje y los intereses económicos. Esperemos que las cabezas pensantes diluciden alguna solución que evite la muerte de más aves, que cada vez ven más reducidos sus espacios de alimentación a causa de la expansión de los humanos y nuestras actividades comerciales.