Estas bonitas aves, de pico recurvado y llamativo esquema cromático en su plumaje, constituyen para mí un verdadero icono porque son protagonistas esenciales de mis primeros escarceos naturalistas por las marismas y salinas de la Bahía de Cádiz. Son además las protagonistas de mi primer trabajo publicado como ilustrador de naturaleza en un pequeño librito que publicó, casi a nivel local, mi buen amigo y naturalista José María Fernández Zapata. Son aves relativamente abundantes en nuestra bahía, se han llegado a censar hasta 3.000 individuos en algún invierno, cuando se incrementa su número, que en la población reproductora ronda los 1.800 ejemplares, con la llegada de invernantes.
Dentro del grupo de los limícolas se trata de aves absolutamente inconfundibles. La peculiar morfología de su pico, recurvado hacia arriba y algo más corto en las hembras, y llamativo contraste de su plumaje blanco y negro no permiten ningún género de dudas a la hora de identificarlas. El diseño de su pico permite a la avoceta explotar los recursos alimenticios de la zona más superficial de las áreas fangosas, sumergidas o expuestas al aire, mediante el barrido lateral de la cabeza hacia los lados, de modo semejante al sistema usado por las espátulas. Pueden así acceder a una fuente de proteinas a la que no tienen acceso otros limícolas. Sus pies palmeados le permiten, además, nadar en superficie e incluso sumergirse para buscar su alimento.
La avoceta es ave nidificante colonial en la Bahía de Cádiz, repartiéndose en unos 30 núcleos de cría. Los nidos suelen estar situados en pequeñas islas, rodeadas de agua para protegerlas en lo posible del ataque de los depredadores. La estructura es excavada en el suelo, tapizada con ramillas dispuestas de modo radial y generalmente al amparo de algunas matas. La época de reproducción comienza en fechas relativamente tempranas, en la primera semana de abril y se prolonga hasta el mes de junio. La puesta consiste por lo general en cuatro huevos -aunque pueden encontrarse nidos con 3 y hasta 5-, de color arcilloso con manchas oscuras dispersas de diseño irregular. Pueden darse variaciones de color en la cáscara, existiendo algunos huevos más oscuros, si bien predominan los de tonalidad más clara. Las dimensiones del huevo rondan los 50X35 mm de media, con un peso de 32.
Durante la primavera de los años 1.984 y 1.985 realizamos un exhaustivo examen de huevos y nidos en una colonia compuesta por un total de 45 parejas reproductoras. Recuerdo aquellas jornadas como una aventura fascinante: atravesar un caño de las salinas hundidos hasta las rodillas en el limo y con el agua hasta el pecho mientras sosteníamos brazos en alto la mochila con la ropa seca, los prismáticos, las guías de campo y todos los utensilios de medida necesarios, para acceder a las islas donde se ubicaba la colonia. Y el peso de la responsabilidad que implicaba hacer el trabajo lo más deprisa y eficientemente posible para evitar daños a los huevos y a los adultos.
Quien haya penetrado en una zona de cría de aves coloniales o, simplemente, caminado cerca de ella, habrá podido comprobar que muchas de las especies se muestran muy bulliciosas y ruidosas ante la presencia del intruso, cuando no directamente agresivas. Las avocetas no son una excepción. Defienden con fiereza sus nidos ante cualquier amenaza y para ello cuentan con diferentes estrategias. Si el intruso es otro animal de tamaño más o menos parecido al suyo, como una gaviota, por ejemplo, los defensores pasan al ataque directo, siempre acompañado de un constante y reiterativo reclamo aflautado. Con la acción combinada de varios indivíduos pueden poner en fuga al agresor e incluso derribarlo ha hacerle caer al suelo. Incluso estas valientes avecillas no dudarán en sobrevolar las cabezas de los humanos que se atreven a invadir su hogar mediante vuelos rasantes y repetidos, eso sí, sin llegar nunca a atacarle realmente.
Muy a menudo, estos ataques los realizan individuos que no están incubando, mientras quienes sí lo hacen emplean una estrategia más modesta aunque igualmente efectiva: abandonan discretamente el nido y se fingen heridos, dejando caer un ala para atraer la atención del presunto depredador y alejarle así de los huevos. Cuando la avoceta "herida" considera que ya lo ha alejado suficientemente levanta repentinamente el vuelo dejando al depredador con un palmo de narices ante la milagrosa curación del enfermo. Esta estrategia es compartida por otras especies de limícolas, como el chorlitejo patinegro, cuyos nidos a menudo se pueden encontar en las inmediaciones o en el interior de las colonias de cría de las avocetas.
Tras la incubación, que se extiende por 22 a 24 días, los polluelos abandonan el nido.