Como cada primavera desde hace quién sabe cuantos siglos -y que sigan siendo muchas más- los sapillos corredores aparecen por cientos en los suelos arenosos de los pinares costeros. Las lluvias pasadas han dejado suficientes charcas temporales para encender los ardores de los machos que, a su vez, han atraido a las hembras receptivas con sus cantos. Juntos han sembrado de vida esas pequeñas charcas, con sus hileras de huevos oscuros que a estas alturas se han convertido ya en vivarachos renacuajos que animan el fondo de los charcos.
Dentro de un par de semanas, quizá, los que sobrevivan saltarán a tierra transformados en diminutas réplicas de sus padres y volverán a alegrar las arenas corriendo de un lado a otro, como una tupida alfombra viva, intentando comer sin ser comidos y esperando la próxima primavera para perpetuar el ciclo de la vida.
Les deseo la mejor de las suertes en esta gran aventura.
Dentro de un par de semanas, quizá, los que sobrevivan saltarán a tierra transformados en diminutas réplicas de sus padres y volverán a alegrar las arenas corriendo de un lado a otro, como una tupida alfombra viva, intentando comer sin ser comidos y esperando la próxima primavera para perpetuar el ciclo de la vida.
Les deseo la mejor de las suertes en esta gran aventura.
Sapo corredor (Bufo calamita)
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