domingo, 25 de julio de 2010

SALVAR EL SERENGETI


A estas alturas del siglo XXI, cuando parece que la concienciación respecto a todo lo relacionado con la protección del medio ambiente alcanza una extensión considerable entre la población mundial, no deja de sorprenderme –será porque aún soy un iluso- noticias como que el Gobierno de Tanzania planea construir una autopista nada menos que al norte del Serengeti, paralela a la frontera con Kenya, cortando las rutas migratorias de las grandes manadas de ñús que cada año cruzan esa frontera en viaje de ida y vuelta hacia Masai Mara. Se trata de un fenómeno migratorio de dimensiones planetarias (más de dos millones de animales la realizan), ampliamente conocido y difundido en miles de documentales de naturaleza africana desde hace décadas.
La noticia me sorprende no por el hecho de que un gobierno prime más un supuesto desarrollo económico sobre los valores naturales de su territorio –eso es algo bastante habitual, desgraciadamente- sino precisamente porque esos valores naturales constituyen, en el caso concreto de Tanzania, uno de los mayores recursos económicos del país. Me estoy refiriendo, naturalmente, al turismo de Naturaleza, cada vez más extendido y que genera una de las mayores entradas de divisas en este país africano. Que el Gobierno tanzano pretenda cargarse de un plomazo esta gallina de los huevos de oro resulta de todo punto incomprensible. La migración anual de los herbívoros del Serengeti en busca de los pastos frescos que deja la estación de lluvias a una y otra margen del río Mara resulta absolutamente imprescindible para su supervivencia y la desaparición de estos supondría la disminución irremediable de los carnívoros que se alimentan de ellos –leones, guepardos, hienas y toda la cohorte de carroñeros que terminan la faena- y un cambio radical en las relaciones ecológicas entre herbívoros y plantas que podría resultar desastrosa para todo el ecosistema.
Existe, como en casi todos estos casos, una alternativa al trazado de esta autopista por el sur del parque, sin afectar para nada a los animales. Pero probablemente, también como en casi todos estos casos, ese trazado resulta más largo y consecuentemente más caro que el septentrional.
La polémica, pues, está servida. Las organizaciones conservacionistas se echan las manos a la cabeza ante esta insensatez. El Gobierno de Tanzania alega que esta vía es necesaria para el desarrollo económico de la zona occidental del Serengeti. El proyecto está todavía en fase de estudio y se proyecta su comienzo para el 2012.
El problema de esta autopista no reside solo en su impacto sobre las migraciones de los herbívoros sino en lo que implica introducir maquinaria pesada para su construcción dentro de este frágil ecosistema, así como en que facilitaría el acceso a las zonas de reserva incrementando los problemas de furtivismo que ya en la actualidad constituyen una seria amenaza para la fauna.
¿Tiene derecho Tanzania a desarrollarse económicamente? La respuesta es clara y tajante: por supuesto que sí, como cualquier otro país. ¿Tiene derecho a acabar con la que probablemente es la más rica y mejor conservada reserva de vida salvaje del mundo? ¿Son el Serengeti y sus riquezas naturales propiedad exclusiva del pueblo tanzano o son patrimonio de la humanidad que hay que proteger desde los organismos internacionales? El tema no deja de ser peliagudo y está cargado de consideraciones éticas, además de económicas y políticas.
Personalmente me cuesta creer que el Gobierno de Tanzania esté tan ciego. Me inclino a pensar, más bien, que se trata de un globo sonda para presionar a la comunidad internacional y exigir en su momento compensaciones económicas a cambio de cambiar el trazado de la autopista. Ojalá sea esa la cuestión. Creo firmemente que Tanzania tiene todo el derecho a realizar esa petición. La conservación de ese espacio natural único no puede recaer sólo sobre uno de los países africanos más pobres a costa de mermar su crecimiento económico y las mejoras en la calidad de vida de sus ciudadanos. Por tanto, los países desarrollados deberíamos contribuir económicamente para salvar el Serengeti, porque es responsabilidad de toda la humanidad la conservación de los pocos espacios vírgenes que nos quedan. No tenemos derecho a exigir a los países del tercer mundo que renuncien a su desarrollo económico para proteger unos ecosistemas de los que todos nos beneficiamos a cambio de nada, cuando en nuestros países hemos arrasado con todo lo arrasable y más aún en aras de un pretendido progreso. Pero tampoco podemos permitirnos el lujo de perder una joya como el Serengeti porque sería sin duda el mayor desastre ecológico de nuestra historia y una pérdida irremediable para las generaciones futuras y para nosotros mismos.
Existe ya una campaña internacional en marcha para salvar el Serengeti y espero de todo corazón que en este caso se imponga la cordura y los ejércitos viajeros puedan seguir llevando a cabo sus migraciones como vienen haciendo desde hace miles de años.

jueves, 8 de julio de 2010

RANITA MERIDIONAL


Con la llegada del calor, las ranitas meridionales (Hyla meridionalis) andan buscando cualquier sombra que las cobije y en estos días no es difícil observarlas en las zonas del sur donde abundan. Se trata de ranas arborícolas, parientes cercanos de la conocida rana de San Antonio, de la que se distingue por su tamaño algo mayor y por algunos rasgos morfológicos como la longitud de las patas traseras y, sobre todo, por la banda oscura lateral característica de ambas especies, que en la meridional es más corta, llegando desde su nacimiento en las narinas hasta las axilas, mientras que en la de San Antón se prolonga por los flancos.

Como todas las ranas, necesitan de la cercanía del agua (en especial para reproducirse) pero es corriente encontarlas algo alejadas de ella, en praderías y bosques húmedos que les permitan mantener su piel hidratada. Este punto resulta fundamental para las ranas, que obtienen el 50% del oxígeno que respiran a través de su piel, de manera que la falta de humedad no solo les provocaría deshidratación sino, también, la muerte por anoxia. Sus pulmones están muy poco desarrollados y su respiración pulmonar no se produce por contracción y expansión de estos órganos, sino que estos anfibios se limitan a tragar el aire.

Al igual que sus primas más norteñas, las ranitas meridionales son consumadas trepadoras, habilidad para la cual se sirven de sus dedos dotados de fuertes ventosas que les proporcionan un fuerte agarre a las superficies verticales. No obstante son también excepcionales saltadoras tanto en tierra como entre las ramas de matas y arbustos donde les gusta solearse cuando el calor no aprieta demasiado. Entre abril y mayo habrán llevado a cabo su proceso reproductor y ahora se dedican a soportar el calor lo mejor que pueden aprovechando la noche para sus correrías, alimentándose de insectos, sobre todo voladores como moscas y mariposas, aunque no faltan en su dieta las hormigas.


La variabilidad cromática de esta especie es amplia, desde el amarillento al pardo pasando por varios tonos de verde. Incluso existen ejemplares azules, aunque son más escasos.